Ostras en el mercado de la Piedra. Vigo. GaliciaYo he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar gaviotas furiosas a salmonetes junto a la pequeña lonja de A Guarda. He visto los rayos del sol brillar en la oscuridad cerca de la fortaleza de Baiona con el rugir del agua golpeando el duro atolón. Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia que traen olores a eucaliptos.

Es hora de volver.

GaliciaTodo tiempo se hace corto cuando se visita esta tierra de tristeza intrínseca, que llena el alma de cariño y morriña. Ese olor que desprende la naturaleza a través de la neblina que acompaña las mañanas húmedas y que saluda a los huesos hasta los primeros esbozos de sol, la madera quemada de las aldeas al quemar los rastrojos, el tranquilo paseo de los lugareños que deambulan sin prisa hacia su tarea cotidiana, ese acento que se pega a tu voz como si fuera la lengua materna que durante la infancia pronunciabas a diario aunque jamás hayas residido en este paraje.

El encando de la decadenciaLa luz es inigualable, el mar es duro y hermoso, las gaviotas claman la llegada de los pesqueros, el aroma de las cocinas despierta antes que el sentido del olfato y se apropia vorazmente de él haciendo la espera del almuerzo una tortura diaria.

No puedo evitar admirar estos lares, ese estilo de vida que desde fuera parece ralentizarse para dar importancia a lo que realmente tiene valor, disfrutar del momento sin prisa, sin agobios, sin desesperarte por una meta insustancial.

La noche comienza en A GuardaCada noche he descansado sobre la humedad, con una temperatura que envidia cualquier cosmopolita más allá de esta comunidad que se antoja privilegiada en esta época del año, duermo en brazos del albariño y del ribeiro fieles compañeros del octópodo da feira que saboreé casi cada cena (¿no os parece curioso que se llame «a la gallega» y lleve pimentón? un producto que de galaico tiene poco, iracunda reflexión).

Gaviota emprende el vuelo en Baiona frente a las Islas CiesAlgunas cosas han cambiado, más de lo que me hubiera gustado, aquel destartalado restaurante de pescadores dónde me invitaron a faenar, se ha convertido en una casa de comidas sin el encanto de antaño, sólo las mujeres ancianas vestidas de luto quedan de referencia y anacronismo peculiar pues la cocina de fogones ha sido reemplazada por modernos instrumentos. Algunos mercados con personalidad única han desaparecido y para mayor tristeza sustituidos por grandes centros comerciales, las carreteras se han suavizado y permiten mayor comodidad pero pierden cierto carácter, las tiendas de productos artesanales son escaparates gourmet, paseos marítimos donde antes rocas ancestrales, y «prohibido el paso» por la clara estupidez de algunos inconscientes que impiden por sus acciones disfrutar de bellas vistas que guardo en la retina pasados los años.

Hórreo GallegoUna experiencia que da sosiego, te permite respirar profundamente y disfrutar de tu entorno, ser consciente de que la rutina fagocita nuestra vida si no ponemos remedio y que debemos reaprender de los infantes esa cualidad maravillosa por sorprenderse y llenar de emoción las pequeñas vivencias. Sonrío mientras escribo, todo en esta ruta ha sido inigualable, he vuelto quince años después de un viaje que guardo en el corazón y regreso con los mismos sentimientos que me hicieron ser feliz hace tanto… alguien especial sigue en mi vida recordándome la suerte que tengo.

P.d.: Hay muchas formas de describir la lluvia en Galicia según la intensidad; chuviñar, lloviznar, poallar, lapiñar, pulpizar, marmañar, zarrapicar, patiñar, chover, pinguinexar,… pero de todas ellas me quedo con…

4 comentarios en “Lágrimas en el orballo”

  1. Simplemente, PRECIOSO. Has transmitido a la perfección la atmósfera mágica de Galicia, sus sabores, sus costumbres, su halo de misterio… es como si hubiera viajado allí . Tienes un estilo de escritura realmente bueno… ¡y lo sabes! ja, ja. ¡Enhorabuena!.

  2. Uno de mis lugares favoritos. Y destaco ,de entre mis restaurantes favoritos, El Mosquito en Bayona. Un arroz con bogavante y unas botellas de O Rosal, de lujo.

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