Hay muchos sabores generacionales que recordamos de nuestra infancia, como los sugus de piña ¿por qué ese color?, los kojak (en grave peligro de extinción estos días) a medio camino de la golosina fusión (chicle, Chupa Chus y el palo que es lo que más nos duraba, todo un guiño a la chuche molecular), los Bang Bang de breve y efímero sabor que generaban agujetas en las mandíbulas por su dureza similar a las gomas de los neumáticos, los «un agujero, rodeado de rico caramelo“, el sumun de la publicidad (yo siempre me quedaba con el hueco influenciado por los spots de la TV en escala de grises, mientras mis hermanos se relamían con el azúcar de color hecho añicos por las peleas fratricidas), esos osos de gominolas que apenas tenían un miembro desarrollado, entre nosotros, yo creo que los empleados los chuperreteaban antes de venderlos, los explosivos Peta Zetas que cuando no te estallaban un diente, servían para poner «de los nervios» a los profesores pues los esparcíamos por la tarima del aula, el pica pica que hábilmente se colaba por los pulmones provocando ataques de tos que duraban semanas, por supuesto los «Cuba libres» que era como darle un lametón a una Coca Cola reconcentrada, sin gas y a temperatura ambiente, los escalofríos que para poder hacer honor a su nombre algunos hemos consumido por la nariz (¡madre mía, que ojos se nos ponían!), las «Pepitas de oro» que te trasportaban a las peores películas del Oeste de Sergio Leone ya se las comía el malo tras arrebatárselas al feo que se las había regalo el bueno, esos cigarrillos de chocolate que eran puro barro granulado de sabor amargo y que se derretían en los bolsillos de los pantalones cortos (¡Ojo, que aún siendo cortos llevaban rodilleras!), los palotes fabricados con fresas enfermas, si no, no me explico su color pálido, y que ayudaban al odontólogo a quitar los empastes junto con la colaboración indispensable de los caramelos de Toffee (idóneos para despellejar el paladar)… muchos otros quedan en el recuerdo pero algunos tenían un toque añejo, elegante e histórico, heredados de nuestros mayores, eran las «chuches primigenias«, como las bolas de anís, el palulú o regaliz de palo, las juanolas y por supuesto las eternas de flores de violeta.
Esta receta es un homenaje a estos últimos, una gelatina que originalmente preparé con pétalos escarchados, también con esencia de lilas violetas pero que tienen resultados similares si se elabora con los caramelos más castizos de cinco pétalos y que desde 1915 se venden en una minúscula pastelería madrileña en la Plaza de Canalejas, elaborados artesanalmente con esencias de lilas que encandilan hasta a los reyes (dicen las lenguas, ni buenas, ni malas, húmedas siempre, que Alfonso equis palito, palito, palito adquiría estas delicias de profundo aroma para su esposa, la reina Victoria Eugenia, y de paso para su amante).
Ingredientes para medio kilo (ya es bastante)
- 4 gramos de agar agar en polvo o seis láminas de gelatina (comprobar fabricante)
- 1/2 litro de agua
- 100 gr azúcar
- 75 gramos de caramelos de violeta o unas gotas de aroma de violetas
- unas gotas de zumo de limón
Proceso constructivo de gelatinización coyuntural:
En un cazo vertemos el agua con el azúcar disuelto y en caso de usar agar-agar, lo añadimos, si optamos por la gelatina en láminas tendremos que colocarlas en otro recipiente con agua fría, esperar el tiempo indicado y escurrirlas antes de añadirlas al cazo.
Calentamos el agua sin que llegue a hervir (muy importante) realizando constantes circulares con una cuchara de madera o plástico. En caso de utilizar los caramelos deberemos introducirlos cuando el agua esté caliente y disolverlos por completo, por último y cuando lo quitemos del fuego añadimos el zumo de limón.
Sí optamos por la esencia de violeta, está como el cítrico han de ser añadidos tras retirar el cazo del calor. A partir de este momento sólo tenéis que esperar a que enfríe, así que colocar sobre un molde, tarro, bombonera o lo que queráis acorde con el producto final.
Algunas propuestas, podéis hacer bombones de violeta, tartas de queso con la gelatina, acompañar a un buen queso curado o un inmejorable foie,… prometo alguna de estas recetas en futuros artículos.
Sin otro particular y a la espera del dentista, os dejo con las chuches.