En alguna conversación ya había surgido el nombre del sumiller «Natalio Del Alamo Plaza» de ASEUNIV por su característica forma de entender el mundo del vino y su manera directa e incluso brutal de transmitir su conocimiento, pues bien, ayer tuve el placer (digo bien, fue un placer) de conocerlo, una persona que recuerda a los vinos jóvenes por su potencia que dio colorido a una cata de siete vinos durante más de 3 horas en la que apenas dejó de contar anécdotas que ilustran una vida dedicada y volcada al mundo de los caldos (literalmente un deportista maratoniano y su cata fiel reflejo de esta afición).
Un evento organizado por «El Pepinillo de Barquillo» al que acudieron amigos del local con ganas de pasarlo bien y degustar el maridaje que el chef Mehdi Kerrou elaboró para la ocasión, una buena combinación con un relajado ambiente que el alcohol potenció exponencialmente.
El inicio de la cata fue un augurio de éxito, este sumiller uniformado con mandil de cuero largo y tastevin al cuello (ese curioso catavinos de metal) pronunció esta frase: «empezamos la cata, aquí no se escupe nada», dicho lo cual y con un ritmo frenético, que se prolongó toda la noche , se puso manos a la obra (aunque más propio sería nariz a la copa). Una breve y divertida introducción sobre los peligrosos inicios de su oficio en la que un alto porcentaje de compañeros acabaron envenenados y que no envidia, «ahora somos sibaritas«, crítico con años pasados y conductas propias y ajenas del oficio cuando los tiempos permitían grandes lujos (honesto por su parte) acusó y reconoció estos vicios pasados sin complejos. Tras un preámbulo, casi novelado, de castillos, señores feudales, cubetas y cueros, de preferencias sobre las mejores procedencias de vinos merecedores de ser guardados con mimos y anécdotas de nariz casi rayando para muchos los superpoderes de héroes de MARVEL se abrió la primera botella.
Algunas de las frases que guardo no son adecuadas para la lectura, tampoco se entenderían fuera de contexto, pero otras son auténticos tesoros que comparto aquí, aunque el encanto lo tiene justo en el momento:
«El vino es como la vida, tiene los mismos ciclos potencia, madurez y desvanecimiento»
«Yo no decanto los vinos, si el vino es joven y lo mueves como adolescente que es cuando se lleve a la boca te dará una paliza, mientras que si es viejo como a cualquier anciano que lo meneas le destrozas»
«A mí el champagne como realmente me gusta es echármelo por encima«.
«Yo empecé catando exclusivamente WhiteLabel con hielo»
«La diferencia entre vosotros y yo son 10.000 litros de vino»
«Todos somos sumillers» (le faltó decir… y lo sabéis)
Referido a los vinos jóvenes… «La potencia ha de ser controlada como los coches»
«No se complican la vida, si se recoge verde le llamamos verdejo y si es temprana la vendimia pues tempranillo,…«
Probamos un vino verdejo que no cansa, Javier Sanz del 2013, intenso su olor, aunque las discrepancias entre los neófitos y el maestro giraron en torno a si huele o no a piña, pero unánimes en sus emanaciones de hierbas y manzanas verdes (acompañada por una cecina, quizá el maridaje más costoso). Un albariño de baja producción y elaborado con mimo, Pazo Barrantes 2013, cuesta no entrar en comparaciones con Terras Gaudas y al cual me considero más cercano, no obstante, muy recomendable, sobre todo cuando lo acompañamos con una melva canutera. Posteriormente, el vino más gamberro, un tinto de Toro agresivo e ideal para tomar una copa de aperitivo, Angelitos Negros 2013 de etiqueta muy divertida que fue servido con, ¡ay madre, tres copas y ya no me acuerdo! (ciertamente en ese momento tuve que ausentarme). Pasamos al vino de moda del momento, el característico vino del Bierzo que se comporta como el doctor Jekyll y mister Hyde, abres un Pétalos 2012 y huele mal «tufo», el sabor del primer trago es raro y desigual, pero tras esos momentos surge un caldo increíble, otros aromas, un sabor intenso y muy apreciado que además venía de la mano de unas lentejas (acierto). Posteriormente, y con especial cariño por parte de Natalio, presentó el que considera «su vino» (también lo describió como «es cojonudo, está de ‘¡$% madre«) Antídoto 2012 muy potente y sobre todo, estructurado, tanto como el steak tartar servido. Por último, el nobiliario español, Marqués de Murrieta Reserva 2009, poco puedo añadir de este vino que todos conocemos por su fama y que tomamos con un Magret. Por último, brindamos con un espumoso, un cava divertido (incluso su packaging) que deslució por sus compañeros de viaje, pero que sin duda agradecimos un poco de chispa y ayudó a cerrar una interesante e intensa cata, con un broche final: fresas con chocolate.
Muchas anécdotas y consejos tuvo esta velada con 30 invitados , 7 vinos de distintas procedencias y que se zanjó con sólo una copa rota, es casi un récord. No sería lógico obviar la labor de todo el equipo del Pepinillo, además de su simpática anfitriona Simona, en el trabajo de sala de Elsa y Camilo que sirvieron diligentemente cada una de las copas con esa sonrisa tan especial que agrada cualquier plato o copa, es un placer visitaros y formar parte de este equipo cuando cocino con vosotros, me siento como parte de vuestra familia.
Debió ser una experiencia única. Por cierto, aún a riesgo de parecer ignorante: ¿hay alguna razón por la que el catador lleve ese colgante al cuello?
Buenas amiga, El tastevin no es otra cosa que un catavinos, permitía al sumiller decidir sobre la suerte de un viñedo, si era o no acto para su consumo. Antiguamente eran de plata lo que permitía visualizar la limpidez del vino y este material no alteraba el olor o sabor del líquido. Hoy en día se utilizan copas de cata para tal finalidad.
Muchas gracias, no tenía ni idea. Es muy interesante… tastevin… ya no se me olvida.