«Todo tiene su momento», esta es la simple y a la vez compleja conclusión que puedo transmitiros de una performance única de la que pude ser participe una noche cualquiera: D.O. Sol Sostenible de Hugo Kwaschnowitz.
¿Quién lo diría?
No soy amante del flamenco, quien me conoce lo sabe, no lo oculto, pero siempre he mostrado gran respeto por el sobrecogedor esfuerzo de los artistas que dan rienda suelta a sentimientos tan profundos que llegan a erizar el vello o irritan tu lagrimal hasta aguar nuestra vista y rozar con suave delicadeza nuestra alma, pero sentí algo muy especial esa velada. Sentí llorar las guitarras, sentí vibrar el aire con inusual ímpetu, sentí deslizarse las notas en un ambiente de complicidad, sentí que todo mi cuerpo se estremecía con el acorde del cante, sentí que mi corazón acompasaba el ritmo con esa voz desgarrada y quejumbrosa del cantaor, sentí las rimas asonantes y también la prosa del poeta, sentí el embriagador perfume de las uvas cuidadamente fermentadas, sentí el aroma que embriagaba sin control mi olfato y jugaba libre con el paladar tras una larga jornada entre los fuegos, sentí que era la oportunidad de reconciliarme con el estilo musical que siempre he admirado pero que nunca llegué a saborear,… sí «sentí» y sí disfruté.
Música, poesía, vino y gastronomía fueron los ingredientes, se conjugaron a la perfección como una sola acción, una sinfonía de sentidos, todos se conmovieron, algo que no suele ocurrir, pero no por infrecuente es imperfecto, más bien algo único, es de esas experiencias que se configuran como un recuerdo, un instante que sin duda guardas como un tesoro en ese maremágnum de acontecimientos rutinarios, cotidianos y que por su intensidad se convierten en un oasis al cual acudir si la vida se torna densa, pesada o agobiante, cierras los ojos y escuchas los sonidos armónicos, rememoras los sabores y evocas los caldos que compartimos, el relax llega sin esfuerzo.
D.O. Sol Sostenible toda una experiencia para los sentidos
Es curioso la sensación que experimenté al entrar en el local, dos guitarras españolas se mostraban orgullosas sobre sillas oscuras, sencillas curvas parecían incitar a ser tocadas pese a que poco o ningún don para el ritmo haya tenido nunca, era perfectas sus líneas. Su esbelto y elegante mástil se erigía dominando el entorno, aunque fueras neófito (como lo soy yo) sus cuidados detalles te hacían pensar que estabas frente a una obra de arte, y así era, pues las manos que moldearon esas maderas son las mismas que dotan a maestros del mundo del flamenco de herramientas para acompañar su ingenio desde hace más de tres décadas.
La presencia de este artesano guitarrero, el luthier José Romero, dio paso al emotivo inicio, una poesía de tributo a su oficio, de agradecimiento, de amistad y una proclama de sentimientos de admiración que le brindó Hugo Kwaschnowitz (director de la performance). Con suaves ritmos acompañados los poéticos elogios, que con talento y mesura fueron preludio de lo que acontecería.
Gabriel Rocha poco después deslizó su mano sobre las cuerdas, dio vida a la guitarra, su voz inundó cada rincón, derrochando destreza, habilidad y pasión. Todo fue puro, sus sonidos eran despertares de tradición, raíces del género, un cante genuino que da claro significado al «Cante». A partir de ese momento alternaron voces, rimas, risas y compartieron vinos con cuantos gozamos de su compañía.
Acertados fueron los platos, pido perdón pues el rabo de toro iba a ser mi colaboración, lamentablemente la salud me impidió ser más activo en el encuentro, pero Mehdi dio cuenta del plato. Compartimos un cava divertido, fresco y sensual: 1+1=3 marinado con una impecable chacina y un delicado sashimi, un potente Pícaro (Bodega Matsu) D.O. Toro que hizo justicia al rabo de toro y los raviolis de hongos; y finalizamos con un generoso y dulce Pedro Ximénez (Bodegas del Pino) D.O. Montilla Moriles que potenció el sabor de una tarta tatín.
***¿Quién lo diría?… desde aquí un abrazo a todos los que hicieron posible esta reconciliación.
https://www.youtube.com/watch?v=CUFQGxu8QbE?rel=0
*** canción de Hugo K.
Galería de imágenes:
El vídeo ha sido la guinda del pastel a tus palabras…no sé qué tienen las notas agudas de las cuerdas de una guitarra ….pero tocan el alma. Besos.
Bellas palabras las de tu comentario, muchas gracias. Ten una magnífica semana.
Para no ser un aficionado, el post te ha salido con mucha poesía y duende 😉
Gracias por el vídeo y la galería de fotos, debió ser una velada muy especial y me parece interesante que se hagan eventos de este tipo donde la gastronomía y el arte vayan de la mano o al compás de una guitarra.
Jajajaja, es la voz poética que todos llevamos dentro, sólo hay que dejarla salir. Muchas gracias por tu comentario. Ten una felíz semana.